Dibujo de Leonardo da Vinci
El color de una pintura no es el rojo, el blanco, el verde o el púrpura,
como se cree generalmente: el color está en los matices que existen entre la
luz y la oscuridad. Quien comprenda esto traducirá con su pincel la naturaleza
de las cosas.
“Entre la idea
y la realidad
Entre el movimiento
y el acto
cae la sombra
Entre la concepción
y la creación
Entre la emoción y la respuesta
cae la sombra
Entre el deseo
y el espasmo
Entre la potencia
y la existencia
Entre la esencia
y el descenso
cae la sombra.”
T.S. Elliot
En Occidente han sido los simbolistas quienes propusieron como función del
arte la expresión de los significados secretos de las cosas y, para lograrlo,
el medio fue el símbolo, que es la reticencia de la intuición, el soberano
lenguaje de la inteligencia. La imaginación intuitiva.
Como decía Mallarmé: “Creo necesario que no haya más que alusión. Nombrar un
objeto es suprimir tres cuartas partes del goce del poema, que proviene de la
felicidad de adivinar poco a poco; lo que se desea es sugerir”.
Aunque, quizás, el más preciso fue O. Kazuko con la siguiente afirmación:
“La definición es limitación, la belleza de una nube o de una flor está en su
desplegarse inconsciente.”
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